viernes, 16 de octubre de 2009

Poquita Cosa

Se enfrentó a la lluvia cargada de decepción, con la tristeza en los ojos, haciendo una gran esfuerzo por no llorar.
Era la tercera vez en esa semana que la rechazaban en una entrevista de trabajo.
Ser de la clase baja en México de por sí no era fácil, y en su estado, la situación era peor.

Mientras caminaba hacia la parada del autobús, recordó las palabras de su prima María y sintió culpabilidad al desear haber seguido su consejo.
María le había dicho que abortara, que lo de ser madre soltera no era una bonita opción, que se iba a morir de hambre.
Ahora, simplemente era demasiado tarde.
Estaba ya en el séptimo mes de embarazo.

Seguía pensando en todo eso al subirse al camión, buscando a apretujones un asiento vacío. No encontró ninguno, nadie le ofreció un lugar.
-Así son las cosas ahora- Se dijo a sí misma -Estás sola y sí, María tenía razón, te vas a morir de hambre.

Isela (Su papá había escogido ese nombre para ella, siendo un gran fanático de Isela Vega en sus tiempos) suspira y se baja del camión.
Observa su reflejo en la ventana de la casa amarilla antes de golpear suvemente con los nudillos de la mano izquierda, porque con la derecha va cargando una maleta en la que lleva toda su ropa.
Se alisa el cabello con la mano y se sorprende al ver a esa mujer desaliñada regresándole la mirada.
Recuerda que no tiene casa, no tiene familia, no tiene trabajo, no tiene amigos y no tiene fé, ya no tiene fuerzas para seguir. -Pobre hijo mío- Susurra tocándose el vientre que delator ahora sin poder contener las lágrimas.

Se siente tan poquita cosa...

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